Acuérdate de mí




“Acuérdate de mí” es una de las frases que más se repiten por parte de aquellos que se enteran que un familiar o un amigo se va a acercar a hacerle una visita a la Virgen del Rocío.

Basta que en una conversación alguien diga que va a ir al Rocío para que alguno de los presentes le encomiende esa hermosa tarea de intercesor o intercesora ante la Reina de las Marismas.

Parece como si los rocieros tuviéramos esa misión especial, la de mediar delante de la sagrada imagen de la Patrona de Almonte, por todas las personas que nos confían sus oraciones, sus súplicas, sus plegarias o su acción de gracias, y fuéramos invitados a pensar más en los demás que en nosotros mismos.

Siempre me pregunto, cuando voy al Rocío y me siento en un banco tranquilamente a estar un ratito con nuestra Madre, qué será lo que le es depositado en su corazón por la gente que se pone frente a Ella, agarrados a la reja, de pie o de rodillas, o unos metros retirados de los escalones del presbiterio o, como yo, sentados en uno de los bancos de la ermita.

Me lo pregunto porque cuando yo intento hablarle de mí, contarle algo mío, me doy cuenta de que por mi cabeza han pasado toda una fila de personas que me hicieron sus encargos al saber de mi visita, y al mirar el reloj apenas me quedan unos minutos para confiarle mis cosas atolondradamente, de carrerilla, sin orden ni concierto, y termino yéndome de su presencia con una extraña sensación de no haber tenido tiempo para mí misma.

A veces, he de reconocer, que me han aturdido las dudas: ¿Sabrá que llevaba la intención de darle las gracias? ¿Se habrá dado cuenta de que yo también tenía algo que pedirle? ¿Habrá entendido mi silencio o el chaparrón de mis palabras? Entonces, providencialmente, sé de algún amigo que va a ir al Rocío y le digo: “Acuérdate de mí” y acabo sintiendo que unos y otros formamos una larga, larguísima e interminable cadena de oración que, sin darnos cuenta, nos mantiene en todo momento unidos, misteriosamente, y volvemos a estar presentes a sus plantas, y nos sentimos aliviados cuando otros dejaron parte de su tiempo para lo nuestro, como otras veces nosotros dejamos parte de nuestro tiempo para ellos.

Hoy, amigo lector de periodicorociero.es – Periódico Digital Rociero, he pensado que tal vez tú estés en el Rocío, y no me resisto a la tentación de decirte: “Acuérdate de mí”, porque te garantizo que en mis visitas a Ella siempre le doy gracias por ti, por tu seguimiento a nuestras páginas, por tu generosidad al leernos y tu paciencia al esperar la siguiente publicación. Te aseguro que cada vez que voy a verla, la miro y sin saber lo que tú necesitas, tampoco resisto la tentación de decirle: “Acuérdate de nuestros lectores, Madre nuestra del Rocío”.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es