Huir de la esclavitud



Con la evolución de los tiempos hemos avanzado positivamente en unos terrenos, también hemos dejado de lado cosas importantes para quedarnos con otras más superficiales y hemos consentido que existan elementos que, de ser necesarios simplemente, se conviertan en imprescindibles.

No hay nada más intrascendente que estar en medio de una conversación de interés y alguien se prive de ella para contestar al móvil. Que se corte un diálogo sincero para atender la llamada inoportuna, pues éste, generalmente, se vuelve inoportuno. Sobra decir que hay trabajos en los que el móvil es una herramienta como cualquier otra.

Y tiene utilidad, claro que sí. Nada mejor, cuando se llega a un destino, que tener a mano el teléfono para avisar a familiares y amigos de que el viaje fue magnífico y el hotel estupendo. También, aunque sea menos agradable, para comunicar de inmediato la hospitalización de un ser querido, por ejemplo. Pero lo cierto y verdadero es que se pueda llegar a depender de éste u otros medios.

Es sorprendente que los niños tengan móviles en el colegio y que los profesores deban pedir, como un favor, que los apaguen mientras están en clase.

Y qué decir de los móviles en la Ermita, en el Santuario del Rocío. Impresiona la facilidad con que la gente responde en el interior del Templo, como si estuviera sentada en el patio de sus casas, perdiendo sentido el único motivo de estar allí, que es el de mirar, dejarse mirar, y gustar de la presencia de la Virgen del Rocío y del Pastorcito Divino.

Un ordenador facilita el trabajo, pero cuando aísla a la persona dificulta la relación con los demás.

Hacerse esclavo de las cosas repercute en la salud, en el ánimo, en el ambiente…

Nos enseñan a acumular todo lo que esté a nuestro alcance y a pelear por lo que nos queda más lejos, pero es una lástima que nadie nos diga que es mejor ir por la vida ligeros de equipaje, libres de ataduras y haciendo del contacto directo con las personas, de mirarlas a los ojos, de escucharlas sin interrupciones, la actividad más placentera.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es