El “Yoga” rociero




Respetando profundamente la religión de cada persona, debo decir que me sorprende muchísimo cómo los que somos cristianos católicos llevamos a cabo otras prácticas que no tienen nada que ver con nuestra religión.

Antes de escribir esta editorial, me puse a pensar si alguna vez me había encontrado a un budista compartiendo la eucaristía, o a un musulmán rezando ante el santísimo sacramento, o a un hindú comulgando, o a un protestante postrado ante la Virgen del Rocío. Y no. No lo he visto nunca, porque sería una auténtica contradicción entre lo que se piensa, se cree y se practica.

Sin embargo, sí veo la ligereza con que los católicos hacemos una especie de “mezcla”, metiendo en una coctelera las prácticas religiosas que les vienen en gana. Me sorprende, además, la facilidad que tienen para “justificar” lo que hacen, restándole importancia a toda una lista de incoherencias que terminan por crear conflictos interiores, llevando a la persona, antes o después, a planteamientos innecesarios que hieren el alma.

Cada vez es más común encontrarse con católicos que te dicen: “Yo soy rociero, pero no creo en la Iglesia”. Eso sí, te dicen que creen en Dios, en la Virgen, por supuesto, pero que prefieren ir “por libre”. También hay un sector que se reconocen católicos, pero están en la búsqueda de sí mismos y, para encontrarse, recurren al yoga, a diferentes técnicas de meditación y relajación, a viajes astrales… Se ha puesto de moda el “dejar fluir” y todo el mundo entra en el embudo. Al final, habrá tanta gente dejando fluir, que será estupendo para que se pueda acabar “influyendo” sobre ellos.

Tan de moda se ha puesto la “meditación”, que hasta se contempla que los funcionarios tengan su rato libre para que puedan meditar.

¿Puedo yo, que soy católica, tomarme mi tiempo delante del Sagrario en horario laboral? ¿Podría ir a participar a diario de la eucaristía que es el motor de los cristianos? ¿Y si me ausento a orar ante mi Simpecado?...

Claro, que también muchos podrían preguntarme a mí, ¿es malo, entonces, practicar yoga u otras técnicas de meditación? Y claro que no. No es malo, no es negativo. Pero no confundamos las cosas. Hay tanto “psicólogo y coaching” suelto por internet, que ahora cualquiera se erige como tal. ¡Cuidado! Porque bajo el enmascaramiento que te facilita la red, hay muchos modos de atrapar a conveniencia a los que se dejan llevar.

Nuestra sociedad está atravesando momentos duros. La crisis económica, el afán por el poder, el querer más, ha arrastrado a muchas personas a sufrir una brutal crisis de fe. Podemos ser ateos, agnósticos… Pero desde que llegamos a esta vida, el ser humano vive su etapa de búsqueda y en algún periodo concreto se despierta la necesidad de ir un poco “más allá”.

Esa crisis devastadora hace que la gente entre por los callejones que le brindan salidas rápidas y se acaba más confundido que un pez en una discoteca.

Hay que ser coherentes con lo que se piensa, se dice y se hace.

Si hay algo completo para que el alma se sienta tranquila y en paz, es la oración, porque ésta compromete todas las áreas interiores de la persona. En la auténtica oración se vacía el alma de su peso, porque se le entrega a Dios, se reflexiona y se medita en misterios que siempre seguirán siendo misterios insondables, se contempla, se confía y se espera.

No hay que buscar fuera lo que tenemos tan a mano y, sobre todo, no hay que dejarse llevar por la corriente. El que se salva, suele ser el que lucha contra ella hasta que consigue llegar a la orilla.

A la Virgen del Rocío le encomiendo a todos los cristianos. Que Ella, como Madre nuestra, como Pastora que no deja atrás a ninguna de sus ovejas, nos enseñe a vivir una vida plena de fe.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es