Comenzamos el año en el regazo de Santa María del Rocío




Llega un año nuevo y con él se disparan cientos de cosas en mi cabeza y en mi corazón. Empiezan a revolucionarse, otra vez, los propósitos, se precipitan por llegar antes a la agenda lo que debería hacer primero cada día… No hay mucho de distinto del comienzo del año anterior, en este aspecto. Quizá, el cansancio de mi ajetreo mental, me ha hecho caer en la cuenta de que hay que respirar hondo, coger fuerzas, seguir confiando, poner metas, fijar objetivos e ir a por ellos.

Llega un año nuevo con un rastro doloroso de estos años anteriores, seguramente he vivido situaciones que por nada del mundo pensé que iba a tener que pasar, he reído y he llorado, he cantado y he callado, me he rebelado contra las injusticias y me he sentido solidaria de tantos que han perdido la vida en diferentes lugares del mundo, víctimas del terror, de la violencia, de la sinrazón.

No sé qué me tendrá preparado el 2023, pero realmente espero que sean muchas cosas buenas las que reciba a lo largo de sus días, que se allanen los caminos, que renazcan la alegría y la esperanza; que pueda experimentar la presencia de ese Dios grande que ha venido a salvarnos y pueda expresar y dar testimonio de que “el Señor ha estado grande conmigo y estoy alegre”.

Amor, salud, paz, trabajo, familia, alegría, sonrisas, respeto, unidad, amistad, solidaridad, prosperidad, sueños cumplidos, tranquilidad, fe, oración, regados con el Rocío del Espíritu Santo en el alma, serían ingredientes perfectos para cada día poder alimentar mi vida. Y todo eso que anhelo para mí, lo anhelo de corazón para las personas a las que quiero, y suplico a la Virgen del Rocío, en estos primeros días del año 2023, en el que aterrizamos tras las fiestas navideñas, que se estrenaba con la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, que nos proteja, nos dé su mano y nos guarde y libre de todo mal, que nos acompañe a cada paso, que su mirada llene de luz cualquier indicio de oscuridad, que con su intercesión podamos beneficiarnos de los dones y bendiciones de Dios, y sintamos la fuerza de sus ruegos y el premio recibido por haber confiado en Ella.

Me acerco humildemente a su regazo, al regazo de María, nuestra Madre, y ahí, tal como soy y con lo que tengo, me pongo en sus manos, y miro sus ojos misericordiosos para que no me falten nunca… Ni a mí, ni a ninguno de los que se arriman a saciarse del auténtico amor de su bendito Rocío.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es