El encargo para hoy




Anoto tantos encargos para cada día, que esta mañana, apenas me pongo a escribir el editorial, he cerrado la agenda y he mirado fijamente, durante unos minutos, el cuadro que tengo justo en frente de mi lugar de trabajo: la Virgen del Rocío. Ahí está Ella, como lo está en la cabecera de mi cama, igual que cuelga de un viejo cordón de la medalla que llevo enroscada en el retrovisor interior del coche, del mismo modo que es centro del salón de mi casa, así como es lo primero que veo cuando abro la cartera… He vuelto mis ojos a Ella, del mismo modo que Ella los vuelve hacia mí cuando se lo pido en el rezo de una Salve.

No he dejado atrás ninguno de los encargos de este día, que son muchos. El trabajo siempre requiere de demasiadas atenciones, termina por acaparar los minutos de forma veloz, las propias tareas de la vida, las “cosas” que se dejan sin hacer el día anterior queremos rematarlas en el día nuevo y, finalmente, pasan los segundos, pasan los minutos, pasan las horas, corremos como si se nos fuera a ir la vida sin saborear los momentos y se nos pasa “ser y estar”, se nos pasan por alto los detalles que nos hacen felices, los instantes que duran poco pero que convierten en maravillosos los días.

La agenda ya sabe lo que no se me puede olvidar, pero mi corazón también sabe que hay alguien que jamás me olvida, y que sin su mirada, de nada me sirve ir poniendo tachones a lo que consigo hacer.

El principal encargo de hoy es la Virgen, es no soltarme de sus manos porque, si cayera, me levantaría. Es no apartarme de sus ojos, porque si se me vuelve el camino oscuro, me mostraría la verdadera luz. Es no dejar de contarle mis cosas, esas que trajino en el alma y que deben traerla medio loca de tanto como se las repito, porque si dejara de hacerlo, me recordaría que sin fe nada se alcanza, pero con la fe es como se mueven las montañas de sitio.

Le confío el día de hoy, como lo hice ayer, como lo haré mañana y como espero hacerlo siempre. Sí, se lo confío todo a Ella, porque si su Rocío me falta, me falta la vida.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es