La unidad rociera

Hoy sábado, día destinado a rescatar del pasado uno de esos tantos escritos que se dedicaron al Rocío, a la Virgen o a la Romería, les mostramos uno del año 1977, aparecido en el ABC de Sevilla el dos de junio y cuyo autor es Juan Infante Galán. Como siempre, le agradecemos a Antonio Díaz de la Serna, amigo y colaborador de las páginas de Periódico Rociero, que nos haga partícipes de estas joyas que, durante años su familia se encargó de conservar para beneficio de la historia del Rocío.

El brevísimo esquema de programa que el obispo de Huelva, monseñor González Moralejo, trazó para la devoción rociera en su homilía de Pentecostés –dijimos-, merece más entero y circunstanciado comentario que el de una crónica de romería. En la crónica romera, de acuerdo con la misma homilía, indicábamos la total prioridad de la acción pastoral, catequética, homilética y sacramentaria en el santuario del Rocío, base fundamental para la renovación del mundo rociero. Ayer, en estas mismas páginas, exponíamos la urgente necesidad de dar a conocer y divulgar el riquísimo contenido teológico y de espiritualidad propios de la devoción rociera. Queremos comentar hoy otro punto esencial de la devoción rociera, que con gran acierto destacaba monseñor González Moralejo: Reconociendo la necesidad de nuestra unidad entre todos nosotros, redoblando y reatando la idea: nuestra unidad entre todos nosotros.

El Rocío tiene desde sus principios una fuerte unidad orgánica, diríase biológica, confirmada por siglos de historia. Esta unidad, por su condición orgánica, tiene una cabeza natural, propia, esencial, que es el santuario con la Virgen y la Pontificia, Real e Ilustre Hermandad Matriz, de Almonte, el pueblo de la Virgen, realidad viva e insoslayable. En torno a esta cabeza, a este núcleo, se constituye, con las hermandades filiales, el organismo de la devoción rociera. Cualquier intento de romper, debilitar o atenuar esta vinculación y unidad orgánica, es atacar a la devoción rociera en algo sustancial, que está en la base y en los cimientos de su propia existencia. Así, pues, todo propósito y programa renovador de la devoción rociera ha de tener presente esta realidad viva, orgánica, evidente; cualquier otro modo de organismos parciales, cualquier matiz de marginación entre las hermandades, traería consigo el derrumbamiento.

Por otra parte, la devoción rociera tal cual la historia nos la entrega constituida, es la única entidad religiosa popular de carácter auténticamente regional, es decir, propia de toda la provincia eclesiástica de Andalucía Occidental, incluida Canarias, que ya tiene su hermandad. Ello obliga, dentro de los conceptos pastorales de nuestro tiempo, no sólo mantener esta unidad, sino a vigorizarla en su propio carácter y estilo, sin forzarla con pretendidas nuevas estructuras ni organismos, sino dejándola crecer y desarrollarse a su amor, según su propio natural. Otra cosa sería grave imprudencia, a cualquier nivel que se intentase. Porque institución de esta extensión, hondura y raigambre popular, debe ser tratada con el máximo respeto, delicadeza y tacto.

Juan INFANTE-GALAN