Súplica a la Virgen

Me vine de la última visita que he hecho a la Virgen con una sensación muy rara. Es como si todavía tuviera una deuda pendiente con Ella, porque no fui capaz de darle gracias por nada y no porque no tenga cosas por las que hacerlo, sino porque iba con tanta ansia de pedirle que al verla aproveché todo el tiempo que estuve frente a frente suya para decirle lo que necesitaba.

Puede que haya sido la primera vez que no se me olvidaba nada, no se me había quedado nada por dentro. Al principio estaba estupendamente, muy contenta de haber estado con la Virgen del Rocío, de haberle rezado y del día tan bueno que pasé con mi familia y amigos. Pero unos días después sentí un vacío que me hizo estar peor de cómo estaba antes de verla.

El vacío me vino de golpe, porque pensé que no había dedicado ni un solo minuto a decirle gracias. Todo fue decir: “Madre mía, dame salud, dame trabajo, dame paz”… En eso consistió todo lo que le hablé, se lo dije de muchas formas y se lo repetí tanto como pude, porque con Ella no sé ni cuántas veces ese mismo día.

Y ahora que escribo este artículo, también le voy a pedir y a suplicar. Le suplico que nunca más me permita salir de su Ermita o de donde esté, sin haberle dado las gracias por todo lo que yo sé que ha venido a mi casa gracias a Ella. Que por mucho que tenga que pedirle no vuelva a sentir el vacío que se me ha quedado por este hecho que para algunos será una tontería y para mí ha disparado que mi cabeza haya dado muchas vueltas.

Le pido que nunca más me vuelva a pasar, porque es más lo que le debo de agradecer que lo que necesito.