¿Qué quieres que haga por ti?

Me alegra que un Medio de tanta repercusión como éste Periódico Digital Rociero tenga en cuenta algo que para cualquier otro Medio simplemente no tiene cabida, porque consideran que la Palabra de Dios no es actual en nuestros días o porque no saben que el Domingo es un día dedicado al Señor.

Como Sacerdote me siento muy orgulloso del trabajo de Periódico Rociero, constante, serio, riguroso y muy profesional, y hasta tal punto me siento orgulloso que es cuando escribo para éste Medio cuando sé que serán miles las personas que me van a leer y que cada vez que me pide su Directora un artículo para el Domingo, el día del Señor, me siento, además de honrado y afortunado con ello, en la obligación de responder que sí, porque fui elegido por Jesucristo para llevar el Evangelio allá adonde estuviera y aquí el Evangelio puede llegar a muchísimas personas. Por eso, con esta introducción, quiero humildemente dar las gracias a la tarea encomiable de la difusión rociera, es decir: del Amor a Santa María Madre de Dios, Virgen del Rocío, que el equipo de ésta Prensa Digital realiza.

Es Domingo, día del Señor; día para poder pasar un tiempo más prolongado que de costumbre con Él, para algunos el único tiempo que tienen para Él, para otros ni eso tan solo.

Y como es Domingo, las lecturas de la Misa se nos vuelven especiales y yo, me voy a permitir centrarme en un Evangelio que a pesar de no ser el de hoy, nos puede dar mucho para crecer y para entender algo mejor a nuestro Maestro, y su mensaje de Fe entre los hombres.

Ya el Profeta Jeremías nos hace una invitación directa a la ALABANZA, actitud que, de estar presente en el corazón del creyente, puede transformar las más oscuras profundidades. Actitud que nos lleva a comprender que alabando a Dios, el llanto se convierte en alegría y lo que nos parece inalcanzable se coloca a un palmo de nuestras manos.

Y hay salmos que vienen a confirmar ésta invitación de Jeremías, matizando que no hay que desesperarse en la siembra, porque es tras la siembra cuando se recoge la cosecha y cuando el cansancio se queda atrás, pues pasamos a un tiempo de agradecimiento por lo conseguido.

El Evangelio es Jesús mismo quien nos interpela diciéndonos: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Creo que esa es la verdadera pregunta que, de ser respondida con claridad, obtendría los milagros que esperamos. Pero para eso tendríamos primero que respondernos ¿qué es lo que quiero del Señor? ¿qué cosas o actitudes quiero realmente que cambien?

Hay varios momentos importantes en éste Evangelio que podríamos repetir nosotros en nuestra vida: el primero es “llamar al Señor”. Nos dice el Evangelio que el ciego estaba sentado junto al camino y al saber que Jesús estaba allí comenzó a llamarlo y como había mucha gente, incluso alzó la voz para que lo oyera.

El segundo es perseverar. Hubo quien intentó convencerlo para que dejara de gritar, pero Él insistía llamándolo todavía más fuerte. Nada ni nadie hizo que dejara de llamarlo ni abandonara su intento. Insistió hasta que Jesús lo escuchó.

El tercer momento es animarse al saberse escuchado y levantarse y ponerse en movimiento. Cuando lo avisaron de que Jesús lo llamaba le dijeron “¡Ánimo, levántate! Él te llama”. Y hay que moverse, poner de nuestra parte, ir hacia Él.

El cuarto momento es determinante: Saber responder lo que queremos. Estar atentos a la pregunta de Jesús cuando nos dice: “¿Qué quieres que haga por ti?” y tener tan clara la respuesta que al Señor no le quede otra cosa que darnos lo que le estamos pidiendo.

Y el quinto momento es la respuesta de Jesús: “Tu Fe te ha salvado”.

Pidamos a la Virgen del Rocío, en el Año Jubilar Mariano que se vive gracias a su Advocación que nos conceda la Fe a la que la Iglesia también dedica todo un año para que la fortalezcamos, la alimentemos y crezcamos en ella.

Que el Señor los bendiga en este día.