¿Sirve de algo ser rociero?




No sé si tú, que eres rociero, te has hecho alguna vez la pregunta que hoy da título a esta editorial: “¿Sirve de algo ser rociero?” y, sobre todo, si has tenido suficientes argumentos para responderla.

Yo no sé si voy a ser capaz de responderla, pero tengo claro que además de servirme ser rociera, me ayuda, me anima y me mantiene en la fe.

Lo primero que me brota del corazón es un SÍ más grande que millones de universos. Y tal vez no haría falta responder nada más. Un sí es más que suficiente. Pero expresar por qué y para qué es otro cantar.

Me sirve ser rociera porque me ayuda a saber que no estoy sola. Me anima a ser mejor persona a pesar de que mis actitudes me supongan, a veces, un continuo reto para conseguirlo. Me mantiene en la fe porque miro a la Virgen como el mejor modelo para no tener la más mínima duda de la presencia del Señor.

Estoy segura de que no ha sido algo al azar, sino que el hecho de que yo sea rociera es para que, con la advocación de Rocío en mi corazón sea, por una parte, testimonio del amor de María y de su fuerza intercesora en el mundo y, por otra parte, testigo del poder de Dios que, por mediación de la Virgen, sigue haciendo milagros, tal como los vieron hace veintiún siglos aquellos que estaban con Él en su paso por la tierra.

Claro que sirve para algo ser rociero. O mejor, a mí no me sirve para algo, me sirve para todo. Para no alimentar mi ego, para no creerme autosuficiente, para saber que somos de Dios y a Dios volvemos, para ser consciente de que nada puedo sin Él y que con Él lo puedo todo, para darle el sitio al prójimo que está hecho de mi mismo barro, para perdonar, para implicarme en la causa del Evangelio, para tener en la Virgen el mejor bastón en el camino, para que mi fe no sea solo de palabra sino de hecho, para que sea más humilde, para que busque cómo ser mejor hija, mejor hermana, mejor tía, mejor familia, mejor amiga, mejor persona.

Jamás he pretendido, ni lo haré, convencer a nadie de que ser rociero es lo mejor que nos puede pasar. Solo espero que mi testimonio, el testimonio de mi manera de ser y de estar, sea el reflejo de que lo que vivo gracias a mi devoción a la Virgen del Rocío merece la pena, cambia la vida y es una de las principales causas de mi alegría, esa alegría interna que permanece siempre y me da la paz.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es