El Señor redondito



Mi homenaje a un niño del que siempre aprendo

De todas las expresiones que he escuchado hacia el Santísimo Sacramento, ninguna de ellas me ha resultado tan entrañable ni tierna como la expresada por un niño que, desde su corta edad, siente auténtico fervor por “El Señor redondito”.

Cuando le preguntas algo al respecto, te explica a la perfección que “ahí está el Señor Resucitado” y lo dibuja a su forma para presentártelo, como también dibuja a su forma a la Virgen del Rocío, o un paso de palio o una Iglesia.

Su rostro refleja una felicidad difícil de describir cuando habla de sus devociones, por la expresividad de sus ojos o de sus manos que acompañan a su discurso infantil, pero con una madurez que ya quisiéramos tener muchos adultos.

Lo conozco desde que nació. A él y a su hermano. Ambos crecen en el ambiente familiar de una zaga rociera almonteña que son historia viva del Rocío, un ambiente cristiano que se percibe en cada rincón de su casa. Pero les puedo garantizar que sus explicaciones y sus argumentos son de su propia cosecha, nadie se los ha dictado jamás, lo que hace aun más interesante dialogar con él.

Junto al “Señor redondito” hay otros temas que le apasionan. Uno de ellos, la procesión de la Virgen o la forma en la que se debe coger su Simpecado de Almonte cuando llega al Santuario, al término del Rosario de las Hermandades.

No le gusta que la Virgen se caiga porque “si la caemos le hacemos daño” y tampoco le agrada que el Simpecado entre en la Ermita torcido “porque si no, puede que la Virgen no lo vea”. Tienen tela las dos frases si las aplicásemos a la vida e hiciéramos lo posible por no caer a la Virgen ni hacerle daño con nuestras hipocresías, envidias, rencores, críticas… Y tampoco estaría mal que seamos más rectos de corazón para que la Virgen nos vea mejor cuando entramos a verla.

Es evidente que sabe perfectamente en qué lugar del Santuario está el Sagrario, al que visita cada vez que va a ver a su Patrona.

Hoy me he acordado de él y decidí que, en su persona, podrían estar representados todos los niños, porque son grandes maestros y nos enseñan mucho a los adultos en cuanto recordamos que de todo y de todos se pueden sacar importantes lecciones.

En él represento a los niños que tienen Fe y también a los que no la tienen. A los que comen y a los que mueren de hambre, a los que viven en un hogar que les hace feliz y a los que sufren un infierno en sus propias casas. A los que crecen sanos y a los que padecen alguna enfermedad. A los que ya han enseñado a sus padres sus primeras letras y a los que nunca han ido a un colegio…

Que el manto de la Virgen del Rocío los proteja y el Señor redondito inunde la infancia del mundo de paz y alegría.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es