Los recuerdos familiares navideños




Los recuerdos familiares parecen estar en ebullición en estos días de luces, adornos y preparación de las celebraciones navideñas.

La melancolía nos hace recordar a los que ya no están, y el corazón nos hace estar agradecidos por los que continúan y por los que llegan a nuestras vidas.

Estamos en pleno proceso de adornos de nuestros hogares: Algunos los habrán puesto en la tarde anterior del primer domingo de Adviento, otros lo habrán hecho el mismo domingo y habrá quien prefiera hacerlo desde hoy hasta el día de la Inmaculada Concepción. Todas las opciones son válidas, sobre todo cuando se hace sabiendo que la decoración que realizamos sirve para recordarnos que está muy cerca la llegada del Salvador, que cada año es un motivo de alegría celebrar su nacimiento.

Cuando decoramos las casas, a más de uno se le vendrán a la mente recuerdos de su infancia, recuerdos familiares y entra en acción el compartir anécdotas que se vivieron, travesuras de cuando se era niño, alternándolas con las travesuras de los pequeños que ahora corretean por el salón o las habitaciones.

Siempre hay alguien que dice aquello de “Ojalá estuviéramos todos”, o también aquella otra frase, “Ya nada es igual”… Hay muchísimas más que darían para varias editoriales solo escribiendo frases que son comunes a todos y que son pronunciadas en esta época, más que nunca.

Seguramente, si os preguntara a cada uno: “¿Cuál es el recuerdo más vivo que tienes de tu Navidad en familia?” se nos removerían por dentro los sentimientos y las emociones. Quizá la primera pregunta podría ser: “¿Cómo ha sido habitualmente tu Navidad, la has vivido en familia?”… Porque haber, habrá de todo y en ello caben todo tipo de experiencias, mejores y peores.

Pero en lo que estamos de acuerdo, probablemente, es que llegados a diciembre se nos despiertan los sentimientos más puros. Se mezclan, a veces, sensaciones de tristezas y alegrías, de encuentros forzados y de encuentros deseados, de momentos que quisiéramos llenar solo de felicidad y que, ojalá se prolongaran durante cada día de nuestras vidas.

A mí lo que más me viene a la cabeza es que, por encima de los regalos, por encima de las comidas y cenas, por encima de lo que hubiera, lo que más nos gustaba era estar juntos, ese ha sido siempre el verdadero regalo de mi Navidad. Ese y el más importante, que da sentido a ese encuentro: Dios hecho Niño.

Ahora que ya no soy tan niña, aunque sigue quedando la ilusión de aquella niña revoltosa y traviesa, cantarina y feliz, me doy cuenta de que Jesús, el Mesías, el Señor, fue en realidad la mejor de las excusas, el motivo más bonito para que cada día de diciembre acabáramos encontrándonos unos u otros, ya fuera en casa de los abuelos, o en casa de alguno de los tíos, o en el Colegio, o en nuestras zambombas jerezanas, o donde fuera.

Quedémonos siempre con los recuerdos más bonitos, y seamos generosos para que todos los momentos sumen, llenándolos de alegrías, de sonrisas, de abrazos… Tan especiales y tan sinceros que eso es lo que queramos seguir viviendo siempre.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es