Pensamientos sobre la Navidad



Cada persona es un mundo. Todo ser humano lleva tras de sí las connotaciones de su propia historia, rodeada de circunstancias, momentos y acontecimientos concretos que dicen mucho de nosotros mismos.

Al hilo de estas fechas importantísimas del mes de diciembre, te encuentras con tantas historias y formas de vivir la Navidad como personas hay.

Hay quien no podría estar lejos de su familia. Hay quien se siente obligado a hacer un papel familiar que no se corresponde con la realidad, carcomido de un ambiente habitual de críticas, reproches y humillaciones que, por el hecho de ser Navidad se tapan con una sonrisa y un abrazo que lo disimule, -en la medida de lo posible-, en la foto y en el video, como si no pasara nada, como si el daño que se puede llegar a hacer viniera a dar contra un muro en el que todo rebota y no en la llaga abierta en la que se hurga una y otra vez para que no termine de cerrarse nunca. Hay quien elige estos días para realizar algún viaje. Hay quien encuentra en el recordatorio del Nacimiento de Jesús una ocasión para sensibilizarse con los problemas de los demás, ayudarles y ser solidarios. Hay quien cataloga de hipocresía que sólo se piense en los que tienen menos durante una o dos semanas cuando el resto del año sigue habiendo pobreza, hambre y todo tipo de dificultades. Hay quien pone la mano sobre el hombro del compañero de trabajo en la comida de empresa al que se pasa criticando durante el año entero. Hay quien borraría la Navidad del calendario por la melancolía, la tristeza o el dolor que les provoca... Y así podría poner cientos, miles de ejemplos que se convertirían en referencias para cada uno de los fieles lectores de las páginas de éste Periódico. Referencias con las que, probablemente, terminaríamos por sentirnos identificados, porque habría para todos los gustos.

Y, sin embargo, nada de eso es Navidad, porque con ella conmemoramos el Nacimiento de un Niño que vino a revolucionar nuestras vidas, incluso al límite de poder hacer que se transforme el corazón de piedra en un corazón de carne. Un Niño que nos mira sonriente desde los brazos de la Bendita Imagen de la Virgen del Rocío, al que debemos mucho más de lo que le pedimos. Un Niño que, con su ternura, parece estar diciéndonos: “ponte la mano en el corazón y mira a ver si tú tienes que modificar algo en tus pensamientos, en tus palabras o en tu conducta porque aquí estoy yo para ayudarte”.

Y nada importa que seas padre, madre, hijo, hija, hermano, hermana, amigo o amiga... La única verdad para vivir el ciento por ciento de la Buena Noticia, de la NAVIDAD, es que dejes de mirar el cubo de basura de tu prójimo, aunque lleve tu propia sangre, y tengas la valentía de revisar en tu gran contenedor porque terminarás dándote cuenta del vertedero en el que el alma se puede llegar a convertir si pretendemos limpiar lo ajeno antes que lo propio.

Yo creo en la Navidad. Creo profundamente en el sentido de la familia que se reúne porque Dios nace, y se renueva en nosotros la Fe y la Esperanza, y nos lleva a tomar conciencia de la importancia de ser instrumentos canalizadores del Amor del Pastorcito Divino.

Creo que Dios se hace Niño para que le permitamos crecer en nosotros y, de su mano, y bajo el manto protector de la Virgen, trabajemos hasta completar su obra de salvación.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es