Rozar la muerte y encontrar la vida




Suelen decir los que han tenido la muerte cerca que les ha cambiado la vida desde ese mismo momento.

Uno de esos casos es el que inspira hoy mi editorial de Periódico rociero.

Hace un tiempo supe de un amigo que ha estado muy grave, un amigo no creyente, con el que no era muy agradable hablara de ciertos temas como la fe, la religión, el catolicismo… No hará falta que les diga lo que suponía escuchar su opinión sobre el Rocío o la Semana Santa. Confieso que hubo momentos de tensión en reuniones las que estaba presente si salían estos temas a relucir.

Por otro lado, so las conversaciones giraban en torno a la política, la situación del país, Andalucía o nuestra ciudad; si versaban sobre solidaridad, viajes, todo cambiaba considerablemente y resultaba un auténtico placer escucharle.

Nunca he intentado desbaratar sus argumentos con respecto a la fe. Él tiene sus opiniones, yo las mías y nos respetamos profundamente.

Cuando supe de su ingreso hospitalario me acerqué a saludar a su familia. Él estuvo varios días en la Unidad de cuidados intensivos. Por fin, cuando le pasaron a planta, pude verle también él y aún recuerdo cuánto le agradaron mis visitas.

Consciente de su enfermedad, de la que a día de hoy sigue recuperándose, me contaba que le ha dado tiempo a pensar en cosas a las que jamás hubiera dado valor. Se sintió mal con comportamientos que tenía hacia su propia familia y concluían sus confidencias con una claridad asombrosa: “A ver si de aquí, salgo curado por dentro y por fuera”.

Tal como entraba su familia o sus amigos a verle se le llenaban los ojos de lágrimas. Aún sigue con la sensibilidad a flor de piel y con ganas de ponerse bien completamente y de empezar “su nueva vida”, porque de ésta se libró y él siente que ha vuelto a nacer.

“Fíjate, -me decía-, que le dije a tu Virgen del Rocío, que si me salvaba iría a verla”.

“Pues sí que tiene ganas la Señora de verte, porque con lo cabezota que eres y lo mal que hablas del Rocío, ya ves que no te lo ha tenido en cuenta y se ha dado prisa en tomarte la palabra”, le respondí con un nudo en la garganta.

Y creo que sí, que él empezó desde entonces un camino nuevo y que algo ha tenido que ver la Virgen que nunca nos falla y atención las oraciones de todos los que pedíamos por él, y de él mismo, que acabó pidiéndole ayuda a aquella de la que peor había hablado.

Quizá por eso sintió, cuando volvió del coma, caer sobre su frente tres gotas de agua de una rosa, cuyo olor le pareció penetrante e intenso, y que una Señora muy guapa tenía en su mano. Es la rosa que él prometió llevarle a su ermita por haberlo escuchado la única vez que pidió su protección a la Virgen del Rocío.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es