Mi recuerdo cada 4 de octubre




Echo la mirada atrás y veo cómo mi historia está profundamente vinculada a éste día, al 4 de octubre, cuando se celebra la fiesta de San Francisco de Asís.

Echo la mirada atrás y me doy cuenta de que, así como es señalado el día en que cumplimos un año más, porque recordamos nuestro nacimiento, en mi caso el día de San Francisco de Asís es igual de importante, se me llena el alma de recuerdos hermosos, se me inunda el corazón de agradecimiento y alegría, y confieso que también asoman irremediablemente algunas lágrimas por la nostalgia de esas memorias de mi vida.

Por él llevo su nombre, y por él, por el ejemplo de su vida, por el mensaje de su legado, por los carismas de los que estaba lleno, por su amor descarado a Cristo y a María, yo me hice inseparable de su historia. Leía sobre él (y aún lo hago), todos los libros que me aportaran algo nuevo sobre el “Poverello de Asís”, sobre su forma de vivir el evangelio al pie de la letra, sobre cómo se puede ser cristiano no solo de palabras sino de hechos.

Me di cuenta que leer la vida de San Francisco era contemplar el rostro de Jesús, y eso me ayudaba a recrearme en los textos de la Biblia, a alabar a Dios con los salmos, a acercarme tímidamente a Jesucristo y meditar en sus misterios maravillosos, a querer todavía más a la Madre de Dios.

En cierta ocasión dije que San Francisco debía ser un santo rociero, porque anduvo muchos caminos, cayeron sobre sus largas caminatas abundantes rocíos y amaba a María manifestándolo en elogios y letanías que le nacían de adentro y que él mismo creaba para Ella.

Toda una vida, la de este hombre que llegó a ser Santo, que ocho siglos después sigue siendo digna de estudio, porque fue un hombre normal, sencillo, pero decidió seguir a Cristo con todas las consecuencias y no se avergonzó de expresar la alegría de su seguimiento, de contagiar a los que estaban con él y de convertirse en imán universal del amor de Dios, imán que también me alcanzó a mí.

Hoy doy gracias a la Virgen del Rocío, porque tanto Ella como él tienen mucho que ver en mi vida. En cierto modo, los dos nombres, el de Rocío y el de Francisco de Asís, marcaban un antes y un después en mi vida cristiana, desde el día que recibí el sacramento de la confirmación.

Doy gracias por esos nombres que me llenan tanto.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es