Cerrar etapas viejas y empezar etapas nuevas



Abrir nuevas etapas significa cerrar etapas viejas. Se cierra una puerta y se abre otra, sin que eso quiera decir que se olvide por completo cuanto de bueno se ha tenido anteriormente.

A veces es necesario un cambio así. No físico, precisamente, sino interior. Porque si no nos dejamos transformar por dentro, por mucho que disfracemos la fachada seguirá siendo igual pero con distinto vestido.

Hurgar en las imperfecciones de los demás pasando por alto las propias no conducen a nada positivo. Vemos en ellos lo que no soportamos de nosotros mismos y juzgamos en los demás las conductas por las que no quisiéramos ser juzgados, pero nos volvemos intolerantes y hasta insoportables recriminándole a los otros lo que uno mismo no es capaz de corregir en primera persona.

Abrir nuevas etapas implica conocerte hasta la saciedad, aceptarte tal y como eres y, desde tu propia realidad, concederle a Dios que sea Él quien actúe a favor del cambio que deseas experimentar.

No intentes cambiar porque otros te digan que lo hagas, hazlo porque tú quieras hacerlo, pero sabiendo que, incluso sin haber cambiado previamente, ya estabas dentro de los planes de Dios, ya eras querido por Él y en ese inmenso regalo que te dio al invitarte a la vida, te otorgó la libertad de dejarle hacer o de apartarlo de tu lado.

Abrir y cerrar etapas, pero con Dios en el camino, en la toma de decisiones, en las ilusiones, en la preocupación, en la tribulación y en la felicidad.

Cuando no sepas cómo llamarlo, cómo atraerlo a ti, cómo acostumbrarte a su Presencia, dile a la Virgen del Rocío que te ayude a encontrarlo; verás cómo acudirá veloz trayéndolo en sus manos hasta tu corazón.

Si piensas que es este el momento, no lo dejes para más tarde. El primer paso empieza hoy y ahora. Pero en lo que pienses, en lo que digas y en lo que hagas, ten a Dios contigo.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es