El pulso de nuestras hermandades




Me quedo asombrada de la cantidad y la calidad de actos que organizan nuestras hermandades del Rocío a lo largo de todo el año. Es para quitarse el sombrero con la mayoría de todas ellas.

Por mi situación privilegiada de informar de continuo de todo el acontecer que, en torno al movimiento mariano rociero se sucede, soy consciente del esfuerzo y el trabajo que las hermandades desempeñan, de su interés por extender la devoción a la Virgen del Rocío en el lugar en el que residen, y de su cariño en las propuestas y actividades que llevan a cabo.

Qué decir de la labor caritativa de las hermandades rocieras, que han dejado a un lado el incremento patrimonial por tender una mano a los demás ante necesidades urgentes y fuertes de hermanos, cáritas, asociaciones… Sus distintas obras sociales y asistenciales son para dejarnos, muchas veces, sin palabras.

Es lo que hace la mayoría, sí; pero también hay hermandades que por no tener, no tienen ni misa sabatina, que se limitan a celebrar el triduo para la romería y poco más. Y esa parte minoritaria debería tomarse el pulso, plantearse realmente el sentido que tiene la palabra HERMANDAD y analizar si se está viviendo con todas las consecuencias.

No quiero herir sensibilidades, pero me llama la atención cuando algunas hermandades dejan de celebrar su misa de culto a la Virgen los meses de julio y agosto, como si la eucaristía también se marchara de vacaciones, como si la Virgen necesitara un descanso de nosotros, como si el culto dependiera de si están o no están los miembros de una junta de gobierno, cuando la misa es de todos los hermanos y no solo de éstos. Que unos se vayan de vacaciones y necesiten descansar, no significa que todos lo hagan y tengan el derecho a seguir participando de sus actos espirituales rocieros.

Una Hermandad es de todos los hermanos, la construyen todos sus hermanos y, a su forma, participan de ella todos los hermanos. Las juntas de gobierno están compuestas por cargos transitorios, son las personas las que van a permanecer, lo demás será cosa de un tiempo limitado, pero lo que unos no pueden, lo pueden otros y, a la vista está, todos somos necesarios pero nadie imprescindible; no hay más que echar una mirada a los siglos o años de historia que acumulan muchas de nuestras corporaciones para darnos cuenta de que estamos de paso y la institución sigue en pie.

Creo que nuestras hermandades, en la sociedad en la que vivimos, deben estar más abiertas a las necesidades de estos tiempos. Si unas tienden puentes para que jamás falten actividades para todos, ¿por qué no pueden hacerlo otras? Si unas no dejan de celebrar sus cultos semanales o mensuales, ¿por qué otras se van de vacaciones si la Virgen del Rocío vive sin descanso por cada uno de nosotros? Si unas no dejan de crear cosas nuevas para que los hermanos encuentren en su hermandad una casa, un lugar de acogida continuo, ¿por qué otras tienen siempre sus puertas cerradas a cal y canto?

Me quedo, como siempre, con lo positivo, con aquellas que no paran –y no lo digo por el número de actos que realicen al año-, sino porque se involucran de tal modo que no dejan puntada sin hilo para que las cosas salgan dignamente.

Me quedo con las hermandades que hablan de Rocío, que forman, que ofrecen cursos, charlas, conferencias, juegos para niños y adultos, festivales o eventos para conseguir dinero, alimentos o lo que haga falta en ayuda de los más desfavorecidos; con esas que no alardean de lo que hacen, porque solo tienen tiempo para poner en práctica el Rocío que predican.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es