Reciclar el corazón



Cualquier persona ha pasado en la vida por todo tipo de momentos. Unas veces, esos momentos nos proporcionan alegría, otras veces nos invaden de tristeza; algunas nos hacen plantearnos si nuestra actuación es la adecuada o si estamos errando, y en ocasiones sentimos indignación, rabia o impotencia ante situaciones que nunca nos hubiéramos esperado.

El corazón va recibiéndolo todo: lo bueno y lo menos bueno. Pero nunca nos encargamos de reciclar los desechos del corazón.

De lo negativo también podríamos conseguir sacar algo valioso para la vida. De las cosas que nos parecen más disparatadas se puede aprender a no perder la paz. Pero sólo se puede lograr mediante un proceso de reciclaje, cuidadoso y selectivo, sin que dejemos escapar nada para que adquiera nuevo valor con su transformación.

Uno de los pensamientos que más se repiten en la Biblia es la necesidad de conversión que experimenta toda persona de bien.

Es lógico que aquel individuo que no percibe que obra el mal no necesite ese cambio, sin embargo, estamos llamados a pasar por esas etapas sin las cuales no podríamos crecer interiormente.

Está claro que el crecimiento interior es mucho más importante que el exterior. Las personas más saludables físicamente suelen ser aquellas que también tienen una buena salud espiritual. Tienen el alma abierta a Dios y eso se les nota en algo.

Vamos a reciclarnos el corazón, pidamos a la Virgen del Rocío que nos enseñe a realizar ese trabajo; dejemos en sus manos la obra que Dios quiere seguir haciendo en nosotros y solicitemos que su alma generosa ponga a nuestro alcance las herramientas necesarias para que el trabajo sea impecable y perfecto.

Es un camino que se debe andar, pero en eso ya tenemos algo de ventaja los rocieros.