Pensamientos sobre las dimisiones en las Juntas de Gobierno de las Hermandades



Cuando una persona dimite de una Junta de Gobierno se presupone que lo hace porque tiene motivos suficientemente fuertes como para abandonar el compromiso que adquiría al formar parte de la misma.

Me van a permitir que, desde éste balcón de mi editorial de cada día, me atreva a pensar en voz alta.



Me pregunto si aquellos que deciden ser Presidentes o Hermanos Mayores de una Hermandad del Rocío u ocupar otros cargos, -los que sean-, dentro de la lista que respalda a quien la encabeza, tienen conciencia de que van a servir y no a ser servidos. Si llegan a estos puestos confundiéndolos con el poder, dista muchísimo de la verdadera función que, a mi entender, tienen los que afrontan el reto de coger las riendas de una Hermandad.

Hay quien aspira a que sean sus ideas las que prevalezcan por encima de todas. Tampoco eso es lo acertado. Trabajar en equipo es una de las experiencias más apasionantes por las que se pueda pasar, pero también es la más difícil. Cuando hay un equipo compacto, consolidado y unido, se nota a leguas y se refleja al resto de hermanos. Pero cuando los primeros eslabones de la cadena parecen sueltos y siembran la desunión entre ellos mismos, también se desune el resto porque, inconscientemente, tienden a buscar aliados hacia un lado o hacia otro.



Posicionarse es bueno, pero siempre que se haga con criterio propio y sin ser influenciado. Ser imparcial no significa “no mojarse”. Significa que, a pesar de estar de acuerdo o en desacuerdo en unos aspectos o en otros, no se está obligado a enemistarse por tener opiniones contrarias. Por lo tanto es necesario opinar y expresar constructivamente lo que consideramos puede ser bueno para la mayoría.

Cambiar el “mío” por el “nuestro” o el “yo” por el “nosotros” está al alcance de todos pero supone una serie de renuncias a las que no siempre se está dispuesto. El “mío” aísla pero el “nuestro” involucra al conjunto. El “yo” individualiza pero el “nosotros” agrupa. Esas palabras de tan pocas letras parecen simples pero cobran fuerza según cuándo, cómo y porqué se empleen.



Qué distintas serían las cosas si fuéramos “todos a una”. Total, cuando Jesucristo dijo que si alguien estaba libre de pecado tirara la primera piedra para castigar a la mujer adúltera que le había pedido ayuda, sabía muy bien lo que decía. En la familia, en el trabajo, en las clases… Es raro encontrar a alguien libre de imperfecciones. Por lo tanto, ya estamos en el Siglo XXI, hemos tenido tiempo de estudiar en la historia todo tipo de salvajadas y todo tipo de maravillas. Quién dice que los rocieros no podemos escribir en la historia de nuestras Hermandades un nuevo modo de ser y de estar, de mirar y vivir la vida, de hacer camino y peregrinar codo con codo.

Tal vez sea conveniente dejar en la percha el mejor traje, en la caja la flor más cara y en el trastero todos los símbolos de ostentosidad. Y a cambio vestirnos por dentro con humildad, -que a todos nos viene bien de vez en cuando una buena dosis-, cambiar la prepotencia de mirar por encima de las gafas para descubrir el gozo de mirar a los ojos, y ponernos los vestidos de faena, porque a nadie se le da nada hecho, para trabajar con alegría, sin exigir y sin críticas que destruyan.



Dudo que a nadie se le ponga un puñal en el pecho para estar en una Junta de Gobierno. Sería conveniente no usar esos puñales para hacer daño a los hermanos, desde dentro o desde fuera. Así estaría más contenta la Virgen del Rocío.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es