Vencer el mal a fuerza de hacer el bien



El acoso escolar es uno de los temas más preocupantes de la sociedad actual.

Conocido en su término inglés como “bullying”, numerosos alumnos sufren el maltrato continuado y la agresión por parte de sus propios compañeros que guardan el recuerdo de sus acciones grabándolas en el móvil y publicándolas por doquier como si se tratara de un hecho heroico.

Me pregunto qué ocurriría si en lugar de divulgar la violencia, algún adolescente, algún joven fuera pionero en difundir imágenes de amistad, de ayuda y de tolerancia entre sus colegas.



Los jóvenes, dependiendo del ambiente juvenil en el que se desenvuelven, tienden a repetir las pautas de aquellos que consideran “líderes” de sus grupos. Qué gran trabajo realizarían los padres, los profesores, los que se entregan a diario en tareas educativas, si les inculcaran la difusión de un mundo mejor en el que ellos mismos fueran los protagonistas.

Estamos saturados de imágenes de violencia. Cada vez que hay nuevas formas para llevarla a cabo, les servimos en bandeja el éxito de taquilla a los guionistas y directores de cine. Me aterra pensar que la frase tan conocida al inicio de una película que nos advierte que está “basada en hechos reales”, sea la excusa perfecta para seguir enseñándoles, a los que todavía no lo saben, cómo podrían llegar a ser expertos acosadores, chantajistas, maltratadores…



¿Nadie tiene algo mejor que enseñar? ¿Nadie tiene una historia más positiva para llevar a los demás? ¿Nadie es capaz de grabar a las personas que ayudan a atravesar en un paso de peatones a los invidentes, o a las personas mayores? ¿Nadie tiene el móvil a mano para que la cámara guarde cuando un estudiante ayuda a otro a superar una asignatura? ¿Nadie es capaz de inmortalizar un momento de felicidad que lleve felicidad a otros? Creo que no hay nada más apasionante como esa frase de la Biblia que te eriza hasta el último vello de la piel: “¡Vence el mal a fuerza de hacer el bien!”.

También hay historias basadas en hechos reales que ayudan a vivir, ponen a funcionar la imaginación para superar situaciones y subrayan sentimientos que parecen olvidados entre los que destaca el amor, porque es el más importante de todos.



Ojalá el único acoso que sintiéramos en la vida, en los Colegios, en los hogares, en el trabajo, fuera el de alguien que se empeña en sonreírnos, en preguntarnos qué tal estamos, en preocuparse por cómo nos sentimos, en decirnos que está a nuestro lado…

Ojalá el único acoso fuera el de sentir que los ojos de la Virgen del Rocío nos persiguen día y noche para que nada nos pase.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es