A la luz de la tarde

Me ocurrió hace unos años. Fue un día de mucho frío, pero se me acaloró el corazón con lo vivido.

Hoy parece que ha empezado a oscurecer antes que otros días, Madre.

Ya he visto en las noticias que las fuertes lluvias se han llevado por delante casas que estaban a pie de playa, y se han inundado barrios en algunas ciudades.

A la luz de esta tarde vengo a rezarte un rato. No tengo nada nuevo que contarte, pero cada vez que hablo contigo todo es nuevo. Lo que hasta ahora he hecho no es nada distinto del resto de los días. Me levanté temprano para irme a trabajar, besé a mis niños que estaban todavía en la cama, le dije hasta luego a mi mujer, y en el trabajo he intentado hacerle la vida lo mas agradable posible a mis compañeros.

Si acaso es nuevo lo que me ocurrió cuando salí del trabajo. No hago más que darle vueltas a la cabeza. Cuando volvía a casa he visto a un señor sin paraguas, con la ropa muy sucia y rota, con un aspecto nada agraciado, el pelo y la barba bastante largos y muy sucios. Se me quedó mirando y me pidió un cigarro, como no fumo no se lo pude dar. Pero algo me hizo entrar en un bar que había cerca, Madre, y en una máquina de esas de tabaco compré una cajetilla y se la llevé.

La cara que puso fue entre asombro y agradecimiento, no sabría cómo explicarte, pero yo no he visto una expresión igual nunca. Me sonrió, me dio las gracias y me dijo: "con uno era suficiente, no era para mí, es para un amigo con el que comparto habitación, pero como me ha traído usted tantos cigarros hoy podré compartirlo con otros dos amigos más y también podré fumar yo".

Le pregunté: ¿vive usted en algún albergue? y me dijo: "no, vivo en la calle" Y mi extrañeza fue aun mayor, y le pregunté de nuevo ¿pero entonces qué habitación comparte con sus amigos?. Y me dijo "dormimos en la puerta de la Iglesia de San Jorge, allí cabemos los cuatro".

Se me ha partido el corazón, Madre mía. Es la primera vez que he hablado con un vagabundo y duerme en tu puerta, Madre del Rocío. En la puerta desde donde sale el Simpecado de Sanlúcar, hoy hace demasiado frío, llueve sin parar y este pobre hombre y sus amigos estarán buscando el cobijo en la puerta de la Iglesia. He sentido una pena que no veas y he sentido que no soy quien para andarme quejando siempre.

Le dije que por qué no iba a algún albergue, pero él me explicó que no siempre hay sitio y que allí estaba bien. No me he atrevido a seguir preguntándole más. Pero cuando me iba le alargué la mano y antes de darme la suya se la limpió en el abrigo, como si me fuera a dar asco de él, me la dio y yo le dije: "bueno, hasta otra y que la Virgen del Rocío lo bendiga" y él me contestó "hombre ¿y usted por qué se cree que yo duermo en la puerta de San Jorge? Es la Iglesia donde tengo más calor y gracias por los cigarros".

Yo se que tú eres grande pero tu amor desde luego lo traspasa todo en este mundo. Es la primera vez que me ha ocurrido algo así y algo me dice que tú me estás hablando con esto que me ha pasado.

Te doy las gracias a la luz de la tarde, una tarde con mucha lluvia y te quisiera pedir que a esos cuatro amigos no les falte el calor en la puerta de San Jorge.

Anoche llovió demasiado y hubo tormenta, haz que esta noche sea mejor que la pasada, Madre.