Siglos nos separan, Ella nos une

Muchas han sido las veces que me han preguntado “¿Y a ti de dónde te viene la devoción por la Virgen del Rocío siendo de tan lejos?”. Reconozco que yo misma muchas veces me he preguntado por qué me llamó un día, por qué no puedo estar mucho tiempo sin ir a verla, por qué necesito la paz de su mirada, la serenidad que siento en su templo, el sosiego que me aporta el Divino Pastorcito, acordarme de Ella y su Hijo en mis alegrías y penas, ... Ya he dejado de hacerme esas preguntas, porque con el tiempo, los años, las vivencias, una se da cuenta de que hay interrogantes que no tienen respuesta.

Siempre, desde chica, había escuchado hablar de esa bendita imagen que estaba en un pueblo de Huelva a la que mucha gente llegaba cumpliendo promesas por favores recibidos, con una alegría infinita que se traducía en cante y baile, cuya fiesta era un compartir con los demás sin importar las clases sociales, cuya procesión no era ordenada y “sobria” tal y como yo estaba acostumbrada a ver... y con un nombre, que a mí siempre me pareció sencillo, llano, humilde, pero a la vez muy grande: ROCÍO.

Antes de ir a su ermita la primera vez, ya había leído muchas cosas sobre la Virgen en su advocación del Rocío y he de reconocer que el dato de que fuera Alfonso X el Sabio quien la puso en ese paraje siempre me llenó de orgullo, al fin y al cabo, había cierta similitud entre su historia y la mía. El nació en Toledo, yo nací muy cerca de la ciudad imperial por circunstancias especiales, pues todos mis antepasados son toledanos y mis hermanas, más jóvenes que yo, sí nacieron en la provincia. El escribió las “Cantigas de Santa María” y sin que quepa la comparación de su obra con mis escritos, la Madre de Dios fue también en innumerables ocasiones la protagonista de mis reflexiones y poemas. Él levantaba santuarios dedicados a María en las tierras que conquistaba, yo, mariana por tradición y convicción elevaba el nombre de la Señora a mi manera, colgando una medalla en mi pecho, regalando alguna estampa de mi patrona a los amigos, dedicándole mis pensamientos. Él participó en la reconquista islámica en tierras onubenses, Huelva fue la que me conquistó a mí desde el primer minuto en que pisé sus pueblos, sus playas y esa arena de la aldea donde mi paisano levantó la ermita en el s. XIII.

Así, a él le atrajo ese paraje de acebuchales y reservó para sí un coto de caza, cientos de años después a mí me atrajo el mismo paraje que pese a las nuevas construcciones, remodelaciones de la ermita, sigue teniendo el mismo embrujo con la misma Señora reinando esas tierras. Él Rey, yo sierva del Rey de los cielos y su Madre Bendita.

Siglos nos separan y Ella nos une.