El Rocío de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad

Hay un Rocío de la Fe al comienzo del camino, como perlas del alba.
Hay un Rocío de la Esperanza entre las marismas, caminando por los senderos, como gotas de sudor en las frentes de los peregrinos.
Y hay un Rocío de la Caridad al llegar a Almonte, como llanto que desciende por las mejillas hasta empapar la tierra.

Al comienzo del camino hay un Rocío de la Fe que se adelanta a la mañana. Cuando el camino es de iniciativa y de apertura de sí mismo hacia los demás. Cuando el camino lleva al encuentro, a la cercanía y a la sintonía. Y cuanta más sintonía exista, conllevará más fusión y menos confusión. Cuando más me dejo invadir y seducir, más cerca de la unión y de la comunión me encuentro. ¡Dichosa tú, Señora!, porque has creído al Señor y te has hecho libremente esclava de su palabra. Un camino de Fe que tiende y se extiende a Dios, a las personas, al mundo en el que existimos y a la vida que llevamos. Un camino de Fe que equilibra y sosiega a quien lo inicia, que tranquiliza y evangeliza a quien se deja seducir, que aquieta e inquieta a quien se hace dócil a su voluntad. Un camino de Fe que consuela y calma, que apacigua y amortigua, que fortalece y enaltece. Una fe que abre, despierta, sugiere y enternece, como una bendición. Como la de Isaac a su hijo Jacob: “Dios te de del Rocío del Cielo y de la riqueza de la tierra, abundancia de grano y de vino nuevo” (Gen. 27,28). Una bendición que integra e inserta. Una bendición que incluye y recluye. Un Rocío que despierta al alba al comenzar el camino.

“Caiga como la lluvia mi enseñanza y destile como Rocío mi discurso, como llovizna sobre el verde prado y como aguacero sobre la hierba” (Deut. 32,2). Hay un Rocío de la Esperanza como gotas de sudor en la frente de los peregrinos. Hay un camino de Esperanza que destile mi Rocío como discurso. Una Esperanza que no se hunde ante las dificultades del camino, que no se desanima, sino que contagia ánimo para seguir adelante y aguatar sin límites porque sabe que el amor a la Virgen nunca falta y espera que un día brillará con esplendor lo que hoy permanece oculto en el corazón de cada persona. Destile mi discurso como Rocío para saber decir al abatido una palabra de aliento. Para evangelizar diciendo “tú también eres amado en el Divino Pastorcito”, y no sólo decírselo, sino hacerle sentir una nueva forma de ser en él, ofreciéndole nuestra amistad sincera. Una amistad que se construye con el sudor de nuestra frente, no con tactos y contactos, sino de lazos y de alianzas para el camino. Una Esperanza que domestica y se deja domesticar. La Esperanza es para el camino y se hace doméstica, de casa, para perdonar sin límites, esperar sin desesperar y aguantar con el corazón abierto. Una Esperanza para el camino y para los lindes del mismo. Una Esperanza que llega como Rocío a lugares fronterizos que marginan y originan diferencias que reprimen y oprimen. La Esperanza se hace Rocío en el sudor de los peregrinos.

Hay un Rocío de la Caridad que se torna lágrimas de gozo al llegar a Almonte y descienden por las mejillas hasta empapar la tierra.

Hay un Rocío de la Caridad que riega nuestros campos como lluvia que empapa nuestra tierra hecha de sol y de esparto, de dureza y de crudeza, de sequedad y desierto, de humedades y marismas. Porque lo que embellece el camino es que esconde la caridad en cualquier parte. Una caridad que aúna corazones de agradecimiento a los pies de la Patrona de Almonte, tanto de agricultores, siembra y campo, como de pastores, yegüeros marismeños, o incluso cazadores que lanzas salvas con sus escopetas cuando la Pastora barrunta su presencia.

La caridad germina y se abre paso poco a poco en el interior del surco o es capaz de agrandar un hueco en el portillo del aprisco para una mayor libertad y dejarlo abierto. Porque hay que sembrar Rocío en el surco y dejarle que germine. Las lágrimas empapan la tierra porque se adueñan del nacer y del morir. La caridad recorre horizontes abiertos y senderos soñados, acompañando con el paso acompasado el ritmo de los corazones. Ella se encuentra en el sendero de la aldea de Almonte y en el camino que sube a Jerusalén. Ella afianza y devuelve la confianza en el camino de regreso a nuestra casa y a la casa del Padre. Porque el corazón de quien espera no envejece, y las manos encalladas se tornan suaves cuando generosamente envuelven el cuerpo con ternura. El Rocío de la Caridad nos une en la tarea de la siembra y nos abre a una cosecha inesperada.

Y así fue como una semilla cayó en tierras de la llanura manchega comenzando a germinar con el Rocío de la mañana, construyéndose un nido de Amor donde esa Blanca Paloma posó su vuelo para quedarse en los corazones albaceteños. “Seré como Rocío para Israel, florecerá como lirio y extenderá sus raíces como el Líbano” (Os. 14,5).

Por ello la Virgen del Rocío, será por siempre jamás, “Una Devoción Universal”.

Manuel Felipe López
Presidente-Hermano mayor de la Hermandad del Rocío de Albacete