Somos afortunados todos los rocieros

Cuando me pidieron escribir algo sobre el Rocío para Periódico Rociero me encontraba precisamente de vacaciones muy lejos de esa bendita tierra que es la aldea. Pero quiso el destino que el momento de aquella llamada fuese mágico porque habíamos ido a ver una maravillosa puesta de sol en una de las islas más privilegiadas del Mediterráneo... Y así pasó; vimos caer el sol y ante tan exuberante belleza sentí lo pequeños que somos en el Universo. No somos nada. Somos como unas gotas en el océano... Algo insignificante, unas vidas que pululan en este mundo ante esa naturaleza desbordante que a gritos da una llamada de socorro, ante un universo de planetas, soles, estrellas, galaxias de dimensiones inimaginables para el hombre, que el conocimiento y la razón humana jamás podrán conocer. Y ante tanta magnitud sentí la desnudez y la insignificancia de mi cuerpo y entonces pensé lo importante que es Dios y ha sido para mí la fe.

Esa fe cristiana. Ese amor que me infundieron mis padres, esa fe a Dios y a María Santísima del Rocío.

En mi sentir rociero han sido mis padres los que nos han inculcado desde pequeñas el amor a María. Con sangre cordobesa, Montilla fue la tierra que los vio nacer, pronto llegaron a Madrid por motivos de trabajo y en Torrejón de Ardoz se asentaron y crearon su propia familia con tres hijas. Y es allí donde junto a otros hermanos y amigos rocieros se funda la Hermandad del Rocío de Torrejón en el año 1992. Mis padres, junto con otros muchos, trabajaron para que ese amor por María del Rocío se multiplicara por esas tierras castellanas y con esfuerzo y trabajo así fue.

Los primeros años fueron duros hasta que nos hicieron hermandad en la diócesis de Alcalá y con la ayuda de nuestra madrina la hermandad de Madrid dimos nuestros primeros pasos. Pudimos tener nuestro hermoso Simpecado, bordado por distintas hermanas de la hermandad y nuestra carreta blanca, construida con mucho amor por mi padre.

Y así, la semilla rociera fue dando sus frutos con años de esfuerzo y tesón hasta llegar a ser hermandad filial, ese regalo que bajó del cielo y nos convirtió en la número 115, en el año 2015 y hoy después de veintisiete años todos sentimos un enorme orgullo por ver lo conseguido.

Humildemente he trabajado para mi hermandad en distintos cargos como mejor lo he sabido hacer, por el bien común, respetando el trabajo de otros y, cómo no, escuchando los consejos de mis padres y sabiendo que todo el esfuerzo se debía hacer para dar loor y honor al nombre de María Santísima del Rocío.

Soy afortunada, somos afortunados todos los rocieros. No sabemos cuánto. Ella y su Divino Hijo se han alojado en nuestros corazones y en nuestra alma. Ella, que acaba de llegar a su querido pueblo de Almonte con sus galas de Pastora y allí la han recibido como se merece. Ella que es Reina y que sostiene en sus brazos a su Hijo y que con la sencillez de su mirada misericordiosa solo nos pide que nos amemos.

Y eso es lo que los rocieros tenemos que hacer. Dar ese ejemplo de humildad que la Madre nos pide. Una fe, si no está sustentada por el amor no es nada, como dijo San Pablo: somos vasos de barro en manos de Dios. Él ha sido nuestro alfarero y ha colocado dentro del vaso un tesoro. Ese tesoro es el amor. El mayor don con el que hemos sido bendecidos.

La fe necesita del amor, de la caridad, de la ayuda al prójimo, del dar y del no pensar en recibir, de estar para los demás incluso cuando no hay fuerzas para ello.

Sin fe y sin amor, el alma humana estaría desierta, sola, desamparada como un barco a la deriva en una noche de tormenta, amor y fe, fe y amor, palabras mayores que hay que llevar al terreno diario y es ahí donde el cristiano y el rociero tienen su mayor desafío.

…Y en esa noche del camino,
una estampa rociera,
cuando arrecia el relente,
sentados delante de una carreta,
una niña casi temblando
canta a su Simpecado:
…“Para ser buen rociero
primero hay que ser cristiano”.


Y qué razón, Madre, hay en esas letras de sevillanas.

Alicia Luque Fernández
Ex Presidenta de la Hermandad del Rocío de Torrejón de Ardoz