Causa de nuestra alegría

Cuenta con singular maestría Don Juan F. Muñoz y Pabón en su obra La Blanca Paloma que poco después de escribir sus ya inmortales seguidillas, se hallaba un día en su estudio cuando llama a la puerta de su casa un hombre sencillo y analfabeto que habiéndolas escuchado, venía en tren desde un pueblo (no dice cuál), nada más que a besarle la mano por haber escrito lo que ese buen hombre decía que era un prefacio de la misa.

A pesar de haber sido escrito esa obra en el año 1.919 con motivo de la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío, sigue aún teniendo vigencia el mensaje de gratitud y esperanza en la Stma. Virgen que emana de ellas, porque en el Rocío, como ya se ha dicho otras veces, se hace gozosa realidad el “pedid y recibiréis” del Evangelio.

Ya desde muy antiguo, reyes, nobles y el pueblo sencillo se encomendaron con alegría a Santa María de las Rocinas porque estaban seguros de que sus peticiones eran bien oídas y despachadas. Con motivo de estas peticiones, a veces colectivas, surge la tradición de llevar a la Stma. Virgen al pueblo de Almonte, cuyo primer traslado documentado es del año 1.607, coincidiendo con una de las más grandes crisis en el cultivo de cereales del siglo XVII. A partir de aquí, cada vez que el pueblo se veía en apuros, no dudaban en llevar a la Virgen a la Iglesia Parroquial en la que celebraban solemnes cultos y rogativas, buscando la solución a sus males, como en el año de 1.730 cuando una agostadora y extraordinaria sequía afligía toda la región. Ella hizo caer abundantemente el beneficio de la lluvia sobre los campos sedientos, en el mismo día que terminaba su novena de rogativas.

Prueba también de la confianza, alegría y fe en la Stma. Virgen son los exvotos que hasta el año 1.916 estuvieron colgados en las paredes del santuario. Entonces existía la curiosa figura del pintor ambulante de milagros, que iba de romería en romería plasmando en pequeños cuadros, por unos pocos reales, el relato del milagro, en los que normalmente aparecía en alto y entre nubes la Virgen del Rocío. Y... ¿acaso no es la gratitud, la alegría y la esperanza en la Virgen el motivo que lleva a fundar una hermandad a Ntra. Sra. del Rocío?

Agrupaciones de devotos organizadamente constituidas las hubo ya hace siglos, hasta que se fundan las primeras hermandades filiales en el siglo XVII. Muchos años de camino ya hasta la Aldea; cuántas oraciones y súplicas, cuántas gracias concedidas y cuántas promesas conocen los ya viejos caminos que unen los pueblos y ciudades con la blanca Ermita de la marisma.

El pueblo, siempre sabio y agradecido, hizo suyas las seguidillas de Muñoz y Pabón y canta con gozo:

¡Bendita sea la hora
que Dios te hizo,
de la tierra y del cielo
dulce hechizo!
¡Qué buena suerte
invocarte a la hora
de nuestra muerte!